martes, 22 de septiembre de 2009

Mandarina y sus hemisferios

Mandarina trabaja con medio cerebro y con la otra mitad piensa en salir a tatuarse un caballito. En vez de eso, tiene demasiado trabajo, sueño, hambre y sigue encerrada en la oficina. Con ese sueño atroz su única reflexión es zamparse entre las colchas de su cama, morder la puntita de la almohada hasta dejarla bien húmeda y adormecerse entre las nubes de algodón perezoso.
Mandarina ya no se preocupa, está perdida en un limbo de papeles que crece y crece como un castillo borroso. La única lámpara que queda prendida en la oficina dibuja su silueta oscura vencida, entre pilas de papeles que parecen edificaciones.
Entre esos edificios de papeles, como un colectivito perdido entre sus callejones, aparece reptando una radio. Ella busca una frecuencia hasta que encuentra un pianito apenado que suena soñoliento e irreal.
Ahora hay viento y las pilas de papeles se agitan y parecen cada vez más y más grandes. Los pilas se multiplican haciendo pilas enormes hasta el techo. Mandarina desmoralizada trabaja más rápido, mastica las uñas y su birome bic, mientras ve crecer las pilas de papeles que se tambalean hasta el techo con el viento. La pila es monumental y ahora el papel donde estaba trabajando también está sobre una pila, que se centuplica también hasta el techo delante de sus narices.
Mortificada se para en su silla para alcanzar el papel cada vez más alto. Pero la sillita se hace diminuta a medida que la pila se agranda, se reduce hasta convertirse en una silla minúscula, como sillita verde de jardín de infantes.

Entonces se acuerda. Alguna vez, de chica; cuando se aterrorizaba por el crujido de los muebles por las noches, le refirieron la historia de los muebles que crecen por la noche y para que no se transformen en horribles monstruos se debe dormir y no deambular por la casa; para no convertirnos en Liliputienses.
Mandarina está dormida, y ahora lo sabe. Así que se transforma en jirafa, sale de su oficina y de camino a su cama espía por algunas ventanas. Cuando llega a su cama, introduce su largo cuello entre las colchas y deja su cuerpo de jirafa afuera.

A la mañana cuando se levanta, metamorfoseada en persona, mientras se cambia para el trabajo; piensa que lindo sería tatuarse una pulsera de jirafas en el tobillo.

4 comentarios:

Imperfecta dijo...

Me divierte lo que sale de esa cabecita... siga asi que me gusta!

PD: Quedó algo de mermelada? Spring!

Lorena dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lorena dijo...

todavia me da miedo el crujido de los muebles.

gracias :)

Anónimo dijo...

(él dijo que hacía años no entraba a este blog, ella pensó que era ideal entonces dejar esto acá, que escribió hace tanto, como un secreto entre el blog y ella):

-Yo soy como Argentina en el mundial- susurró ella y lo miró a él, que caminaba en círculos por la habitación, como un león enjaulado, cada vez más veloz hasta que se hizo difícil distinguirlo del fondo del empapelado. Entrecerró los ojos para enfocar y lo vio, furioso y distante, insultando al mismo tiempo que pensando en otra cosa. -Yo soy como Argentina en el mundial- repitió, y esta vez lo dijo fuerte porque había decidido que lo dejaría y él debía conocerla, en esos minutos que les quedaban, al menos un poco, así, a desgano y obligado. Él dijo –No te entiendo- y lo que quiso decir fue -Sos más de lo mismo-. Ella continuó -En cada mundial cuando nos eliminan pensamos que es la última vez que nos ilusionamos, pero en el próximo hacemos lo mismo, ganamos dos, tres partidos y comenzamos a fantasear aunque en el fondo sabemos que uno de estos días nos bajan porque siempre hay un equipo mejor, porque simplemente no somos tan buenos-. Volvieron a la cama y se durmieron enseguida, ella no lo abrazó esa noche, no sintió deseo de tocarlo ni siquiera a modo de despedida. Todo lo que había allí era el fin de tres meses de nada, esta noche era el puente que unía la nada con el fondo de la nada. De la nada nada. No volvieron a verse, el mundial terminó un mes después, Argentina cayó eliminada en un demoledor 4 a 0 ante Alemania. Cada cuatro años ella se ilusiona y lo recuerda, al mismo tiempo que piensa que este año nos toca, él lo verá de afuera, él juega para el otro lado.