miércoles, 3 de febrero de 2010

Tu guerra VS. mi elefante

...si, ya sé que no era la idea...

Pero yo tengo mis tácticas. Nunca te dije que mientras hablábamos estaba ejerciendo simultáneamente el arte de la ensoñación. Sí, me pasa. Vos me contabas una cosa, después otra y yo me estaba relamiendo en el algodón de mi almohada, como si fuera de azúcar.
Después pensé que me desperté. Pero estaba soñando despierto. No sé que pasó en la realidad y que no. Tampoco me importa mucho la realidad. Si, me extravié en un limbo.
Siempre fue así, al punto que no distingo entre las circunstancias y mi mundo onírico. Justo cuando me conferenciabas de algo sumamente primordial, cuando a mí me tocaba poner cara de sensato y constipado, pasó el elefante atrás tuyo.
Ahí me perdí. Los elefantes me pueden.
No es que no me importe nada, pero entre los fastidiosos números que me planteaste y los elefantes; me quedo con los elefantes. Traté de distribuir mi atención entre tus planillas y todo lo que pasaba a tu espalda, pero el elefante te empujaba con la trompa, para adelante, para adelante. Como nunca te diste cuenta al rato se cansó y se alzó en vuelo, directo al cielo. Yo quise aplaudir pero el ambiente no era el más propenso.

Así que en vez de eso me fui volando, o exploté, en réplica de todas las bombas que me tiraste. Y vos te quemaste ahí, llena de mis tripas, llena de mis vísceras y mi corbata.
Pero no te quedaste con mi alma. Me la llevé, prendido de la cola del elefante.

O no sé, porque esa parte la soñé.
Pero con vos, segurísimo que no me quedé.

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