sábado, 5 de diciembre de 2009

Cinco Variaciones sobre alguna ausencia

No se mortifique señor/señora, que no hay soledad ni vida que dure 1000 años.
Claro que cuando desaparece, no lo voy a negar, todo está más despejado y el coexistir con la cotidiana cotidianeidad se vuelve un poco menos usual. No voy a negar tampoco que en agrupaciones, las horas de lecho son extremamente más interesantes, lúdicas y reparadoras. Pero el hombre germina y sucumbe desolado, se me hace un tanto difícil creer en cuentos de hadas, películas con beso emotivo, final feliz y a los dos meses adquirir CD de la banda sonora.

Quiero ser original. No te voy a regalar un CD.
Quiero escribirte una canción. Una que empiece con guitarra. Y que siga con mi voz. Con mi voz cantándote. Pero no sé.
Así que en vez de eso, quiero tocarte el piano. Un pianito finito, muy emotivo. Pero tampoco sé.
Quiero volar un avión hasta tu cielo, pasar por arriba de tu nube, taparte el sol, y que me veas. Pero no sé.
Ya sé, te dibujo, te digo que te quedes quieta, que no te muevas, agarro un lápiz, una carbonilla, una goma, te pongo un foquito que te apunte a la cara, y empiezo a rayar la hoja. Mientras tanto, te voy desvistiendo, para dibujarte, para desdibujarte. Pero no sé.
Te voy a bailar un baile inventado por mí, con saltos, algunas cosas raras, que te asusten un poco, y cuando eso pasa; aprovecho y me tiro arriba tuyo, para cuidarte.
Pero no sé.


El agarró un lápiz, a pretexto de dibujarla. Apuntó un foquito a su cara blanca, estiró la mano hasta su blusa y finamente, desprendió un botón. Puso música, preparó un café. Deambuló alrededor de ella, mirándola desde varios ángulos. Tomó el block enorme. Lo depositó en la mesa. Nunca llegó a abrirlo. De vez en cuando se reía solo. Entonces se acercaba, le daba un beso. Y volvía a su tarea incontable. Como si estuviera diagramando el dibujo perfecto. Entonces se sentó en la mesa. Al lado del papel. Ella nunca dejó de mirarlo con sus ojos grises, emocionados, tristes. Por momentos sentía frío, tiritaba un poco, pero ocultaba el temblor; para no distraerlo. Buscaba distraerse con los gestos de él, que habitaba tan cerca y tan lejos. No hablaron, el no la dibujó. Después de un rato, ambos se cansaron. El se acostó con Ella. Le dijo que la tenía grabada en la retina. Pero que no podía dejar de verla. El nunca la dibujó.
Ella se fue. El no sabe bien porqué.


No sé bien en que momento se declaró la soledad absoluta como parte significante de las partes que componen mi yo más reciente. Hay una parte que pesa no sé cuantos gramos que se quedó desolada.


Estoy aquí
por estar, y la soledad
sigue cayendo.

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